Personas… ¿cuántas pasan por nuestras vidas a lo largo del tiempo? Algunas nos acompañan en nuestro viaje durante años, como las estrellas que noche tras noche vemos inalterables allá arriba; otras pasan desapercibidas, como estrellas fugaces que se desintegran antes de que incluso puedas pedir un deseo.
Personas que llegas a conocer casi como uno se conoce a sí mismo, como los nombres de las grandes constelaciones; o que apenas recordarás su nombre o su cara con el tiempo, como polvo de estrellas que se desvanece en el vacío.
Tú… Tú eres esa nueva estrella recién llegada a mi vida, apenas descubierta. Una a quien casi no conozco, pero que desde que la observas por primera vez, quedas tan fascinado que lo único que es seguro es que quieres saber de ella un poco más. Que quieres seguir mirándola y conocerla más y más. Eso es lo que se de ti.
A veces me pregunto… ¿Serás una más o serás la estrella polar que guíe mis pasos?
Llegaste tan rápida e inesperadamente como podrías desaparecer, pero tengo claro que mi cielo es más bonito ahora. Disfruto del paisaje en estas frías noches de invierno, tumbado, mirando hacia arriba, enredado entre las calientes sábanas de mi mundo, imaginando.
Es esa sensación de querer que dure para siempre, pero sin saber cómo. Esa sensación de estar viviendo algo que no durará, o de que si lo hará. De tener mil teorías, pero ninguna solución. De no saber si es algo mutuo. De si esa estrella se dirige hacia mí, o su camino va en la dirección opuesta.
A veces me pregunto… ¿Cuánto tiempo te quedarás? ¿Preparo un café o preparo mi vida?
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