Con sus ásperas manos recorría sus curvas, tocándola como si fuese la única. Posada en sus piernas, dejaba que sus dedos jugaran y la recorriesen hasta hacerla vibrar. Susurros en el aire de aquel ambiente cargado de pasión en el que las sombras dibujaban caprichosas formas con el vaivén de las llamas de un par de velas.
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