jueves, 10 de abril de 2014

Aquel gran novato

En aquel momento no tenía ni idea de quién era. Solo era trabajo. Nada importante, nada transcendente. Tan solo un hombre callado y reservado, uno más en la oficina. Alguien en quien no te fijarías si no fuese porque te toca trabajar codo con codo día tras día.

Fueron pasando los días y cruzándose las primeras palabras. Los monosílabos dieron paso a las típicas conversaciones de alguien al que acabas de conocer, como si nos interesase la vida anterior de esa persona con la que tenemos que tratar más de un tercio del día.

El grupo creció, y las competiciones entre nosotros, si es que alguna vez las hubo, pasaron a ser ayudas mutuas, traspaso de conocimientos, charlas divertidas en los desayunos, cortos descansos en el sitio de unos y de otros, a la vez que nos íbamos conociendo más.

Trabajar empezaba a ser divertido con aquellos tipos, era un rato agradable pese a los problemas, que por aquel entonces ni si quiera los veíamos avecinarse. Simplemente nos divertíamos con el poco trabajo que teníamos, e incluso nos lo creábamos nosotros. Catalogar a las mujeres que pasaban por la cafetería que se encontraba a nuestro lado empezaba a ser nuestro hobbie favorito. Miradas picarescas, risas… cosas de hombres.

Cuando más unido se encontraba el grupo, cuando no podía ser más divertido, comenzaron a separarnos… cosas del trabajo. No sin antes un homenaje a ese equipo que una vez trabajó, aprendió y creció unido. Cuatro desconocidos que en apenas un par de meses se convirtieron en más que compañeros de trabajo, en amigos. Y así comenzaron las fiestas con aquellos que ahora puedo llamar con orgullo amigos de los de verdad.

El tiempo y el trabajo hicieron más de las suyas, y volvieron a dividirnos aún más. Ya solo quedábamos dos, y aquel amigo tenía fecha de caducidad para mi empresa. Sabes que antes o después se irá, poniendo medio mundo de por medio, sin saber si lo volverás a ver, pero aún eso quedaba lejos… o eso me parecía.

Cambiamos de lugar de trabajo, de aires, el equipo creció exponencialmente y empezaron los problemas. Nos enviaron al infierno, a la guerra, y nosotros sin saberlo. Pese a ello, nosotros volvimos a demostrar que juntos valíamos mucho más de lo que algunos creían. Un equipo que resuelve todos los problemas que se les presenta y sobrevive al temporal. Amigos que pese a las horas, la dedicación y el esfuerzo, siempre están ahí para apoyarse, para reírse y escucharse el uno al otro. 

El resto del equipo inicial, de aquellos cuatro fantásticos, desde la distancia, siempre unidos, siempre apoyándonos, seguíamos creciendo como profesionales, como personas y amigos. Siempre había alguien que te escuchaba desahogándote de un mal día, del estrés, de tanto gilipollas suelto…

Los días volaban, y así llegó. El día de la despedida, la fecha de caducidad, el día D. Y así quise hacérselo saber a este hombre, que para mí ya era casi un hermano que une el destino después de tantas horas juntos, compartiendo escritorio, conversaciones y copas. Una despedida en la que no podíamos faltar los cuatro hermanos para saludar por última vez a aquel novato callado que se convirtió en un grande. Una despedida a la altura, divertida y a la vez emotiva.

Nunca antes había tenido que separarme de alguien a quien había sido como un hermano del destino, a quien en tan solo unos pocos meses pasó de ser nadie a ser un gran amigo. Es por ello quizás por lo que escribo estas líneas, por temor de perder el contacto, y que se ahogue entre tantas millas de mar que nos separan.

Volveré a verte, estoy seguro. Cuídate estés donde estés. Y acuérdate de estos tres si vuelves por aquí, que te esperarán con los brazos abiertos.

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