sábado, 17 de mayo de 2014

Te juzgo, sí, ¿Qué pasa?

Qué feo… ¿verdad?

Ir diciendo por ahí, que si este no es bueno, que el otro es más bien poco listo, que aquel es incómodo de ver… Está muy feo juzgar, eso nos lo dicen y nos lo han dicho de todas partes… incluso tenemos mandato bíblico.

Ahora, eso sí, no hay ningún problema es decir: ¡Qué buena persona es Fulanito! ¡Qué inteligente es Zutanita! o ¡Qué guapo es Menganito!
Bueno pues nada… Digo, sí, espera, voy a molestar un poquito.

¿Sabéis lo que es el agravio comparativo? Llego a mi clase y reparto caramelos a todos, menos a Fermín. No es mi obligación repartirlos, no le he hecho nada malo, pero le he “adjetivado por omisión”. Le he etiquetado como inferior o diferente.

Volvamos a lo nuestro.

¿Así que Fulanito es buena persona? ¿Por qué lo dices? ¿Es tan buena persona como cualquiera? ¿No es, por lo tanto, un rasgo distintivo? ¿Es como decir que Fulanito tiene un hígado?

O, por otra parte, ¿no será que dices que es buena persona porque eso lo distingue? ¿De quién o qué lo distingue? ¿De otras personas que juzgas menos buenas? ¿De la media? ¿Cómo has hecho esa media? ¿Con personas que son menos buenas personas que Fulanito?

Ponte como quieras… estás juzgando. Estás juzgando a Fulanito, y, NECESARIAMENTE, estás juzgando comparativamente al resto [...].

Fuente: Naukas

No hay comentarios:

Publicar un comentario