jueves, 24 de abril de 2014

Al llegar del trabajo

En un día cualquiera de un verano cualquiera, yo te esperaba en casa a que llegases de trabajar. Al oír la llave introduciéndose en la cerradura, me acerqué a la puerta y allí apareciste, con una camiseta de esas que a ti te gustan, de las de cuello tan ancho que resbalan sobre un hombro al descubierto, mostrando de forma sensual tu sostén, y dejando a la imaginación lo que no se ve. Una negra falda larga, que se insinúa transparente, ondea a tu alrededor por la corriente de aire que atraviesa la puerta, y a la vez traslada tu fresco y dulce perfume hasta mí. Te completa tu bolso, tu compañero inseparable fuera de casa y un pañuelo adornando tu perfecto cuello, que llama incesantemente a mi boca casi a gritos para que se acerque, como siempre… hay cosas que no se pueden cambiar.

En lo que parecieron unas décimas de segundo te cogí del brazo, cerré la puerta y te arrojé contra la pared dejando que tu bolso se perdiera por el camino. Te agarré con fuerza ambas manos, inmovilizándote con una, y con la otra te sujetaba del pelo con firmeza hasta estar detrás de ti, mientras apoyaba tu nuca sobre mi hombro sin soltarte. Noté que estabas asustada, mirándome de reojo con respiración temblorosa y casi tiritando, pidiéndome explicaciones sin si quiera poder articular palabra.

Antes de que pudieras reaccionar, apoyé ligeramente mi nariz contra tu oído y con susurros insinué lo que iba a pasar a continuación. Tu mirada y tu sonrisa picaresca acompañadas de algo que no se si fue un suspiro o un leve gemido me lo dijeron todo. Solté tu pelo y me llevé la mano a mi cinturón, a la vez que tus manos trataban de encontrar aquello que querías, pero aún no había acabado contigo. Tú ibas a ser mi juguete esa tarde.

viernes, 11 de abril de 2014

Placeres de la vida (IV)

  • Colapsarte con la mirada
  • El sexo de madrugada
  • Llorar de la risa
  • Conducir con el cristal bajado en una mañana de verano
  • Abrazarte

jueves, 10 de abril de 2014

Aquel gran novato

En aquel momento no tenía ni idea de quién era. Solo era trabajo. Nada importante, nada transcendente. Tan solo un hombre callado y reservado, uno más en la oficina. Alguien en quien no te fijarías si no fuese porque te toca trabajar codo con codo día tras día.

Fueron pasando los días y cruzándose las primeras palabras. Los monosílabos dieron paso a las típicas conversaciones de alguien al que acabas de conocer, como si nos interesase la vida anterior de esa persona con la que tenemos que tratar más de un tercio del día.

El grupo creció, y las competiciones entre nosotros, si es que alguna vez las hubo, pasaron a ser ayudas mutuas, traspaso de conocimientos, charlas divertidas en los desayunos, cortos descansos en el sitio de unos y de otros, a la vez que nos íbamos conociendo más.

miércoles, 9 de abril de 2014

Shotta - Felicidad (con Morodo)

La felicidad, toda la vida buscándola
y si quieres saber donde está...
observa tu recorrido, mi hermano,
ella siempre ha estado a tu lado contigo.
Y la felicidad, si ya la tienes compártela
y si no, no vale ná...